Hoy ha sido un día
con lluvia, llegando al trabajo ya me había mojado entera. Mi vida
es muy rutinaria. Me levanto de la cama, desayuno, me visto con mi
traje y salgo a trabajar a la empresa. Luego, llego a casa sobre las
ocho de la noche, ceno y me acuesto. No tengo mucho tiempo para hacer
las cosas que me gustan como por ejemplo salir con mis amigas, ir a
algún concierto e incluso conocer a chicos.
Vivo sola con mi
perra en las afueras de mi ciudad. Soy una chica solitaria, me gusta
estar sola pero hay a veces que necesito salir con mis amigas pero
con el trabajo no tengo nada de tiempo. Me encantaba salir con mis
amigas pero hay a veces que también prefiero quedarme una noche en
mi casa, estando sola y con un libro. Para mi, un libro es uno de los
mejores amigos del humano, mientras que sepas aprovechar la historia
que te cuenta cada libro.
Mi casa es bastante
común, tengo unos muebles, una cama, unos sofás y tenía justo lo
necesario para mí sola. Tenía cosas caras guardadas en una caja
fuerte, en concreto tenía un pequeño diamante que había sido de
mi familia durante generaciones.
Después de
comprobar que todas las cosas estaban en su sitio, me hago mis dos
tostadas con mantequilla y un vaso de leche. Luego, me ducho y me
pongo mi traje de empresa. Compruebo otra vez las luces y si todo
esta apagado y salgo de mi casa. Siento que me he dejado algo por
comprobar pero me olvido ya que llego tarde al trabajo.
Subo a mi coche y me
meto por la autovía. Mi trabajo está en el centro de la ciudad, es
decir, a unos veinte minutos de mi casa.
Mi trabajo era muy
sencillo comparados con los de mis otros compañeros. Yo soy la
secretaria de la empresa, me encargo de que todos los clientes tengan
alguna cita para entrar al despacho, para hablar con mi jefe.
-Buenos días-digo
mientras entro a la empresa.
Las limpiadoras me
contestan con un “Buenos días” mientras que yo subo por las
escaleras para ir a mi planta.
En mi planta solía
haber mucha gente pero ahora menos de lo que había debido a la
crisis. Entro a ver a mi jefe.
-Buenos días
Ricardo. ¿Quiere algo de la cafetería?- le pregunto como cada
mañana que voy a trabajar.
-Claro, Yaiza. Lo de
siempre ,por favor.
Vuelvo a bajar las
escaleras y me dirijo al Starbucks que hay al lado de la empresa. Eso
era un privilegio porque cuando salía de la empresa podía tomarme
un cupcake y tomarme mi frappuccino de chocolate.
Como siempre, le
compro a mi jefe el mismo pedido de siempre.
-Hola Iris, lo mismo
de siempre.- Iris es la empleada que trabaja en el Starbucks, ya nos
conocíamos de antes de que yo trabajara en la empresa porque las dos
fuimos juntas al colegio.
-Aquí tienes Yaiza.
Luego nos veremos ¿no?
-Claro, hasta luego.
Le pago y vuelvo por
donde he venido. Vuelvo a hacer el mismo recorrido de siempre hacia
la empresa.
Os estaréis
preguntando por qué estoy de secretaria cuando tengo un diamante en
mi casa ¿no? Pues mis padres querían que yo fuera una médica pero
esa vocación no me gusta mucho. También quería conseguirme el
trabajo por mi cuenta porque mis padres querían pagarme el trabajo.
Pero mis padres
murieron en un accidente de tráfico y me quede completamente sola,
con mi perra y me tuve que buscar la vida.
Con el paso del
tiempo me fui adaptando a no tener a mis padres y a estar sola en mi
pequeña casa. Echaba de menos a mis padres, más a mi madre
lógicamente porque soy una chica pero aún así también echaba de
menos esas risas con mi padre.
Vuelvo a la empresa,
vuelvo a subir a mi planta y le doy el frappuccino a mi jefe. Me
siento en mi silla en mi escritorio.
Las horas se iban
pasando y yo estaba ya desesperada para que el día terminara.
De repente, el móvil
me suena.
-¿Diga?-digo
-Hola Yaiza, mi
nombre es Alejandro y soy un policía, es para decirle que han
entrado a robar a su casa.
Mi mundo caía junto
con esas palabras. El diamante de mi familia, seguro que había sido
robado y nunca podré encontrarlo.
Le digo a mi jefe lo
ocurrido y me voy corriendo hacia mi coche, esta vez de la prisa que
tenia tardo diez minutos en llegar a mi casa.
Me encuentro al
oficial Alejandro enfrente de mi casa.
-Señorita, ¿Tenía
algo de mucho valor en la casa?- me pregunta
-Si, un diamante.
En cuanto se lo
digo, me dirijo corriendo hacia la caja fuerte donde se suponía que
debía de estar el diamante pero el diamante no estaba.
-El diamante no
esta- le digo al oficial Alejandro.
Después de eso, no
supe nada del diamante. Salí muchas veces en las noticias pero nadie
consiguió encontrar al ladrón del diamante de mi familia.
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